Warning: A non-numeric value encountered in /home/hlx4vi07e37o/public_html/luislozano/wp-content/themes/Divi/functions.php on line 5806

1.4.- Naturaleza, historia y responsabilidad.

Siguiendo el pensamiento del profesor Javier Hervada, podemos considerar que para captar en su justa dimensión lo que significa el derecho natural al matrimonio y el propio consentimiento matrimonial como un acto de libertad, es preciso descubrir la trilogía integrada por el orden de la naturaleza, el orden de la historia y el papel de la responsabilidad.

1.4.1.- El Orden Natural.

Por ser el amor conyugal y el matrimonio un tipo de relación a propósito de ser hombre y de ser mujer, la consideración del matrimonio como un lugar de dimensión sexual es sencillamente esencial, es decir, el matrimonio como derecho natural, implica una dimensión específicamente sexual, por lo tanto, la consideración de la sexualidad como una realidad objetivamente natural y  humana resulta fundamental. La sexualidad constituye una estructura fundamental de la persona, forma parte de nuestro ser y nos constituye. Ser varón o ser mujer implica modos de ser persona, y desde una perspectiva dinámica, implica un proyecto que nuestra naturaleza ofrece a nuestra libertad.

La propia sexualidad humana nos permite descubrir ciertas pautas naturales contenidas en la dinámica sexual, como líneas maestras de un proyecto que el propio ecosistema humano ofrece al hombre y a la mujer. Pero lo naturalmente ofrecido no es estático, sino que constituye un principio dinámico, orientado a realizarse mediante acciones, conductas, hábitos cuyos resultados están ya naturalmente presentes como algo posible en las propias estructuras psíquicas y corpóreas de la sexualidad.

En la medida en que nuestra libertad elija opciones que sean conformes con las líneas marcadas por nuestra naturaleza, necesariamente habrá mayores probabilidades de actualizar y realizar sus posibilidades. Por el contrario, entre más optemos por fórmulas que se apartan de nuestras estructuras naturales, menos probabilidades habrá de que sus posibilidades sean efectivamente realizadas en nuestra vida, lo que necesariamente implicará nuestra no realización.

 

1.4.2.- La Historia.

La sexualidad y sus estructuras no son un sinsentido, tienen una intrínseca ordenación dinámica. Se trata de estructuras ordenadas a la realización vital de la persona. Así, la relación de amor entre un hombre y una mujer es una realidad vital, histórica, que sucede en la vida real y como una historia. Pero este proceso, por humano, está protagonizado por la libertad, en el sentido de que lo naturalmente dado y posible se ofrece a nuestra libertad para construir un proyecto de amor, pero esa libertad puede o no acoger el proyecto ofrecido por la naturaleza, o hacerlo mal o a medias.

El amor, aunque en un principio puede ser algo que nos pasa y que no necesariamente provocamos nosotros, en donde eros es el protagonista, es posteriormente asumido por nuestra libertad, conformándose en agapé, gracias a nuestra implicación personal, y en un proceso que ha de construirse en el tiempo y espacio de la vida, mediante la implicación personal del varón y la mujer, materializada en conductas, acciones concretas, hábitos que lo realicen. Son ellos quienes presiden su relación y la edifican. Sólo ellos la fundan, la perfeccionan y hasta la restauran. La historia de amor es un proceso activo de construcción, obra de la libertad y de la corresponsabilidad.

Pero ¿qué es lo ecológico en lo histórico? ¿Qué hay de naturalmente dado, de proyecto naturalmente ofrecido a nuestra libertad?

Desde el punto de vista del amor sexual, lo que la naturaleza ofrece a nuestra libertad está contenido en la orientación misma de las dinámicas sexuales.  Así, la oferta de la naturaleza, es la escena de comunión interpersonal más radical que le es posible a la naturaleza humana, la comunidad primera, la más básica. Se trata de un encuentro de los espíritus personales del hombre y la mujer posibilitado gracias a la diversidad sexual, a la ecoamigabilidad de ser varón y ser mujer en el don y acogida conyugal. Nos referimos a la unión conyugal como el tipo de unión resultante de la propia eco-dinámica sexual, de la reciprocidad ontológica de lo que somos, a su contenido de verdad, bondad y belleza. Esta comunión interpersonal, sus posibilidades y su inmensa belleza es lo ofrecido, lo obtenible.

Nos estamos refiriendo a una posibilidad real de comunicación del espíritu personal vía las dinámicas sexuales, un encuentro posible gracias a nuestra complementariedad sexual, a la reciprocidad ontológica de lo que somos como mujer y varón, encuentro que configura escenas reales de compañía íntima y biográfica, la más plena que como humanidad nos es posible. Gracias a la coposesión de nuestros cuerpos, posible por la ecoamigabilidad de nuestras encarnaduras, nuestros espíritus personales viven un encuentro real, que convierte la existencia solitaria en comunidad y coexistencia. El don y acogida de nuestra masculinidad y feminidad alcanzará mayores niveles de plenitud en la medida en que generosamente acoge la vida potencial contenida en su propia dinámica. Así, la compañía íntima y exclusiva, la coexistencia común y biográfica, la paternidad, la maternidad y la fraternidad, en fin la comunidad de la vida y del amor,  están contenidas como posibilidades dentro del ecosistema del amor sexual.

Esta visión, de las posibilidades que se derivan de la vivencia de la sexualidad conforme a sus pautas de derecho natural es la clave de comprensión del amor conyugal, y del matrimonio como realidad natural, como vocación, como institución, en fin como camino de realización personal, como oferta hecha por la naturaleza a nuestra libertad, es lo que debiera querer alcanzar el que ‘quiere casarse’, es la finalidad objetiva del derecho al matrimonio.

1.4.3.- Responsabilidad

Pero este proceso de realización no es un mero acontecer de hechos al margen de nuestra libertad, existe un plano intermedio, un punto de conexión entre lo ofrecido por nuestra naturaleza y lo históricamente realizable en nuestra vida, es el punto en que interviene nuestra libertad.

A consecuencia de esta libertad es posible que lo naturalmente ofrecido se convierta en realmente existente. Nuestra naturaleza y todas sus posibilidades de verdad, bondad y belleza se muestran a nuestra persona como aquello a lo que por naturaleza debo y puedo aspirar, como un bien apetecible y obtenible.

Esta inclinación a lo que debo y puedo ser, muestra las áreas de oportunidad de la persona. Así, gracias a esto cada uno de nosotros siempre puede esforzarse en ser mejor padre, mejor hijo, mejor hermano, mejor amigo y mejor esposo. Pero lo que debemos y podemos ser conforme a nuestras exigencias naturales, a causa de nuestra libertad, puede de hecho no llegar a ser, es decir, podemos realmente morirnos un día sin haber logrado lo que pudimos y debimos ser.

Esta situación nos muestra que hay algo natural en nosotros que está llamado a ser y que es totalmente natural y no artificial, pero algo que de hecho puede nunca llegar a ser, pues estamos en los terrenos de la libertad de la persona. Así, el amor conyugal y todo su despliegue histórico, que es el contenido objetivo del derecho natural al matrimonio y a la familia, que inexorablemente nos ofrece nuestra naturaleza, no se realizará forzosamente a causa de nuestra libertad. Tenemos que decidir, dar una respuesta, pero esta respuesta incluye la posibilidad de rechazar la oferta o de responderle mal, haciendo pésimamente lo que pudo ser óptimo. El hombre elige el sentido de su respuesta, pero no puede elegir lo que sus estructuras naturales son.

Así, en el matrimonio, el compromiso es la respuesta que vincula la entrega con su realización en el espacio y en el tiempo de nuestra vida, espacio sin el cual, la oferta asumida por la libertad no lograría realizarse ni perfeccionarse. Comprometerse es asumir conjuntamente lo que nuestra unión de amor puede y debe ser conforme con sus exigencias naturales, y con ello emprender el camino hacia su actualización y realización histórica. El compromiso termina siendo la respuesta libre del hombre y la mujer que no quieren desperdiciar su amor, sino continuarlo por su cauce natural, maximizándolo, rentabilizándolo, siendo protagonistas de una historia cuya bondad y belleza ha puesto la naturaleza en manos de su libertad.

Descubrir las posibilidades naturales contenidas en nuestras estructuras sexuales, su necesaria realización en el espacio y en el tiempo, y el papel de la libertad materializada en la corresponsabilidad de llevarlas a cabo es clave para comprender el concepto de matrimonio y consentimiento matrimonial como realidades de derecho natural.