En el mes de octubre de 2017, el importante empresario mexicano Carlos Kasuga Osaka cumplió 80 años de edad. Don Carlos es reconocido como Presidente del Consejo Directivo de la empresa japonesa Yakult. Además, como conferencista ha ganado una enorme fama por lo que tiene miles de seguidores en las redes sociales.
Detrás del éxito de Carlos Kasuga, se encuentra una historia de trabajo y dedicación tanto personal como de la comunidad japonesa. Sin embargo, esta historia no es bien conocida por toda la gente. Hijo de emigrantes japoneses que procedían de la Prefectura de Nagano, Carlos Tsuyoshi (剛), como le llamaron sus padres, nació en un pequeño pueblo del centro de México, en el estado de San Luis Potosí.
Tsutomu Kasuga, padre de Don Carlos, llegó a México en el año de 1930 cuando apenas había cumplido los 20 años de edad. El joven procedía de un pueblo de la Prefectura de Nagano cuya actividad principal era el cultivo del gusano de seda. Como consecuencia de la crisis económica mundial de 1929, el precio de ese producto se desplomó a la mitad, dejando una secuela de miseria y desempleo en la mayoría de las familias campesinas de Nagano. Ante esta situación, muchos jóvenes de esa prefectura emigraron a diversos países de América Latina.
En los primeros años de su estancia en México, Tsutomu se dedicó a trabajar como peón en un rancho propiedad de un paisano quien fue el que lo invitó como inmigrante yobiyose por lo que se le otorgó el permiso de ingreso sin problema. La estancia en este rancho duró muy poco tiempo, Tsutomu consideró que no tenía mucho futuro en este trabajo y se trasladó al pueblo de Cerritos en San Luis Potosí para trabajar con Teikichi Iwadare, propietario de una importante tienda en ese pueblo.
En el año de 1936, ya establecido firmemente en la tienda de Iwadare, Tsutomu solicitó a sus familiares en Japón buscaran a una joven que estuviera dispuesta a casarse y trasladarse a México. Mediante una carta y una fotografía que se le envió a la joven, Tsutomu le explicó que aunque no era rico, era un hombre honesto que trabajaría muy duro para formar una familia. La joven, Mitsuko Osaka, aceptó la propuesta y se trasladó a México apenas con unas cuantas cosas personales y dos tesoros que no podría dejar: una bandera del Japón y su libro de poesía.
A su llegada a Cerritos, Mitsuko conoció personalmente a su marido y desde ese primer día, ambos se dedicaron a trabajar intensamente y luchar codo a codo en la búsqueda de sus sueños: construir un mejor futuro para ellos y para el primogénito que nacería el mes de octubre de 1937 en la misma tienda donde laboraban.
Este importante comercio surtía una gran variedad de mercancías tanto al pueblo de Cerritos como a varios poblados de la región. Para Tsutomu y Mitsuko significó como ingresar a una magnífica “universidad” donde aprendieron no sólo a comunicarse en español con los clientes, sino a manejar y administrar un comercio de este tipo. En un par de años estaban listos para “graduarse” y abrir así su propio negocio con los ahorros que habían logrado reunir y con el apoyo de los proveedores que les facilitaron las mercancías a crédito. La tienda Carlos Kasuga se instaló en el pueblo de Cárdenas en septiembre de 1938, transformándose muy rápido en un centro importante de distribución de mercancías que le generó a la familia ingresos suficientes para comprar su casa y una camioneta de trabajo.
Cuando el pequeño Tsuyoshi cumplió los cuatro años de edad, la guerra entre Estados Unidos y Japón estaba a punto de estallar. El conflicto afectó y trastornó la vida de los cientos de miles de emigrantes que vivían en diversos países del continente. El ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor en diciembre de 1941 desató la persecución sobre los emigrantes y sus hijos quienes fueron considerados desde ese momento como “enemigos”, aun cuando la mayoría de ellos ya eran ciudadanos de los países donde habían nacido.
El gobierno norteamericano solicitó al de México trasladar de inmediato al centro del país a los emigrantes que vivían cerca de su frontera. El FBI y los órganos de inteligencia norteamericanos que estaban apostados en México, tenían un censo muy detallado y preciso de los emigrantes, quiénes eran y a que se dedicaban. En los siguientes meses, se fueron dando instrucciones para que todos los japoneses se concentraran en las ciudades de México y Guadalajara.
En San Luis Potosí, los Kasuga recibieron la orden de traslado a mediados del año de 1942. Las propias autoridades municipales del pueblo de Cárdenas informaron al gobierno federal que la familia era “honrada, trabajadora y respetuosas de la ley” por lo que no era necesario concentrarlos, solicitud que fue rechazada. Carlos Kasuga, recuerda ahora, que fue de las pocas ocasiones en que vio a su madre llorar cuando el pueblo de Cárdenas los acompañó a la estación del tren para despedirlos.
En la ciudad de México, los Kasuga y otras familias que llegaban como parte de la concentración, se agruparon para residir en el barrio de Tacubaya. En ese lugar, la comunidad decidió como prioridad instalar una escuela para los niños, destinando los pocos recursos con los que contaban para la educación de sus hijos. La escuela Tacubaya Gakuen, permitió que Tsuyoshi y centenas de niños que radicaron de pronto en la ciudad de México, iniciaran sus estudios del idioma japonés y de otras asignaturas. El esfuerzo escolar que tuvo que realizar Tsuyoshi fue doble pues, como todos los otros niños, además de asistir a la escuela de la comunidad, estudiaba en una escuela pública.
Para poder sobrevivir, con la experiencia que había adquirido de comercializar productos, Tsutomu Kasuga empezó a vender frutas y verduras en las calles cercanas al mercado central de la ciudad de México. Posteriormente, al terminar la guerra, los Kasuga y la familia Yamazaki abrieron una dulcería que les permitió generar ingresos suficientes que mejoraron su situación económica. Esto fue posible debido al trabajo tan intenso que realizaba toda la familia pues la dulcería sólo cerraba el primer día del año nuevo. Desde pequeño, además de estudiar, Tsuyoshi apoyaba el trabajo de sus padres. La vida misma le fue mostrando que el camino para forjar un mejor futuro sólo se podía ir pavimentando con gran esfuerzo, dedicación y trabajo.
Pocos años después, el joven Tsuyoshi ingresaría a La Escuela Bancaría y Comercial donde se graduó como contador. La educación y formación que fue adquiriendo a lo largo de esos años no sólo se basó en la adquisición de conocimientos sino estaba sustentada en valores que los emigrantes traían de Japón como la honestidad, el respeto, la generosidad y la cultura del trabajo. Décadas después, estos valores que lo habían arropado desde niñez y que son patrimonio de la propia historia de la comunidad de inmigrantes en México, permitirían a Don Carlos crear sus propias empresas y tener gran éxito al lograr transmitir esos valores a miles de personas que lo escuchan en sus conferencias.
Para el año de 1956, Carlos Tsuyoshi fue uno de los primeros dekasegui que retornaron a Japón para estudiar sin beca en la Universidad Sofía en Tokio. Durante su estancia se percató de la serie de plásticos que Japón estaba desarrollando en su industria juguetera. Con esta información inició con su padre y toda la familia, un pequeño establecimiento que posteriormente se convertiría en una empresa líder en la fabricación de juguetes inflables: Industrias Kay .
La empresa creció rápidamente debido al diseño de sus productos y al plástico que era importado de Japón lo que permitía una mejor calidad y durabilidad frente a sus competidores. La demanda de los juguetes fue tan grande que se tuvieron que abrir otras dos plantas más para poder cubrir los pedidos de países de Centro y Sudamérica. Para el año de 1968, cuando se realizaron los Juegos Olímpicos en México, Kay se encargó de realizar los enormes aros olímpicos que se alzaron por los cielos en la ceremonia de inauguración.
A la par de dedicarse a sus actividades como empresario, Carlos Kasuga ha puesto toda su energía en apoyar la educación y la organización de la comunidad nikkei en Latinoamérica. En el pueblo de Acacoyagua, Chiapas donde llegaron los primeros emigrantes japoneses a México en 1897, los recursos generosos que ha aportado a la escuela secundaria como aquellos que ha destinado a la escuela José Gálvez, ubicada en El Callao, Perú, han permitido que en estas zonas deprimidas, asistan no sólo niños nikkei sino mayoritariamente residentes de estas localidades quienes reciben una educación de alta calidad.
Pero además el objetivo de Carlos Kasuga es promover la educación sustentada en valores como el de la limpieza y hacer que esta enseñanza trascienda las escuelas. Las campañas de recolección de basura que ha encabezado el propio Don Carlos, y en las que participan cientos de personas, han permitido que colectivamente estos valores sean asumidos por todos los ciudadanos. A partir de un problema como el de la basura, la solución está en manos de los propios ciudadanos y en la participación y colaboración de la comunidad.
La realización de la primera Convención Panamericana Nikkei (COPANI), bajo el lema de “ser mejores ciudadanos”, y la formación de la Asociación Panamericana Nikkei (en la que fue nombrado como su primer presidente) en el año de 1981, fueron otras de las tareas en las que Kasuga ha participado de manera decidida y entusiasta. Mediante estos esfuerzos colectivos de los descendientes japoneses se ha ido fortaleciendo la cultura y la historia de los nikkei a nivel continental.
Tsuyoshi, a sus 80 años de edad, sigue luchando tan fuerte como el significado de su nombre, sin dejarse vencer por las adversidades que la vida le ha puesto enfrente. Las raíces de las que proviene muestran que están bien plantadas y firmes. La tarea de los descendientes nikkei es honrar y dar a conocer el legado de los pioneros que llegaron y se establecieron en el continente desde fines del siglo XIX como lo ha hecho Carlos Tsuyoshi Kasuga Osaka.