Con la inspiración de ‘La ventana indiscreta’ de Hichtcock, con un particular infierno personal de depresiones antes de que por fin se le diagnosticara hace dos años, cuando tenía 36, un trastorno bipolar, y con los derechos cinematográficos vendidos a la Fox por un millón de dólares de un debut literario que se convertido en un superventas internacional pisaba Barcelona a primeros de este mismo mes el editor estadounidense Daniel Mallory. Entonces era aún un desconocido por estos lares que saludaba con efusividad y simpatía a cada periodista antes de presentarse como A. J. Finn, el seudónimo con el que se ha convertido en escritor gracias a ‘La mujer en la ventana’ (Grijalbo / Rosa dels Vents), un ‘thriller’ de suspense, cuya protagonista sufre agorafofia, que en solo un par de semanas ya está en boca de todos y que este Sant Jordi (a la espera de los datos definitivos) se ha encumbrado como el tercer libro de ficción más vendido de la ‘diada’, tanto en catalán como en castellano.
Finn cuenta su historia con naturalidad. “Durante 15 años sufrí una depresión severa. Me habían hecho todo tipo de tratamientos, hipnoterapia, del habla, meditación, medicación… sin resultados. Entonces en verano del 2015 por fin me hicieron un buen diagnóstico, tenía un trastorno bipolar, y en seis semanas con una nueva medicación estuve mucho mejor. En la novela quería explorar esta enfermedad mental pero no quería que fuese un tratado de la locura ni la crónica de la depresión porque eso habría sido deprimente, quería una perspectiva distinta. Yo trabajaba como editor y con novela negra, un género que siempre me ha gustado”. No en vano, hizo su tesis, en Oxford, sobre Patricia Highsmith, “pionera del ‘thriller’ psicológico”.
“Tener una enfermedad mental no diagnosticada y que nadie te crea te hace sentir dentro de un ‘thriller'”
Editor y novelista
Ya habían eclosionado los fenómenos de ‘Perdida’ y ‘La chica del tren’. Y entonces, mientras estaba “tumbado en el sofá”, en su apartamento de Nueva York, cual James Stewart en ‘La ventana indiscreta’, junto a Grace Kelly, que veía en la televisión, se encendió la luz en la ventana de la vecina. “Y sí, me quedé mirándola, y entonces llegó una escena donde la actriz parecía mirarme directamente a mí mientras decía: ‘no espíes a los vecinos porque te buscarás problemas’. Y saltó la chispa. Ya tenía la idea para la novela. Quería algo auténtico, orgánico”.
Y entonces volcó sus sensaciones en su protagonista agorafóbica, Anna Fox, una reputada terapeuta infantil que lleva diez meses siendo incapaz de salir de casa, como le había ocurrido a él. “Tener una enfermedad mental no diagnosticada y que nadie te crea te hace sentir dentro de un ‘thriller’ porque no sabes cómo te sentirás al minuto siguiente ni qué va a pasar. Mi trastorno bipolar me ayudó a sentir empatía, algo clave para ponerte en la piel de los personajes, y a tener disciplina, necesaria para escribir un libro”.
La soledad y el voyeurismo
La protagonista vive sola, bebe más de la cuenta y mata el tiempo chateando y espiando a los vecinos hasta que un día cree ver cómo asesinan a su vecina y todo el mundo la toma por loca cuando lo denuncia.“La novela habla de la soledad, de cuán difícil es conectar con la gente y qué fácil es que te malinterpreten o que tú malinterpretes a los demás”. La casa, añade, “primero es un refugio, pero se convierte en un enemigo del que debe escapar”.
“El voyeurismo es un instinto primario que está en nuestro ADN –opina-. Como seres humanos sentimos curiosidad por nuestro entorno y por las personas que nos rodean. Internet, Facebook, hacen que sintamos interés por la vida de los demás”. Ahora lleva tres meses de gira y cuando regrese a casa, confiesa, cree que seguirá espiando a los vecinos -“hacerlo ha dado sus frutos…”, bromea- aunque no había calibrado la posibilidad de que, por la misma regla de tres, fuera él el espiado…
Mujeres protagonistas
Anna Fox, explica, “es divertida, educada, interesante y desprende empatía porque ha luchado mucho con sus problemas de salud mental y hay mucha gente que los ha sufrido o tiene familiares o amigos que los sufren”. Que fuera una mujer, apunta, le ayudó a mantener la perspectiva. Además, añade, es “preocupante que muchas protagonistas femeninas pasen su tiempo pensando en hombres” cuando la mayoría de mujeres que él conoce no son así, “no son damiselas que esperan que el hombre las rescate”.