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Los emprendedores sociales necesitan alianzas con las grandes empresas

Los emprendedores sociales necesitan alianzas con las grandes empresas

Mary Conway, especialista en emprendimiento social de la Rolling Collage, asegura que hay desconfianza entre los corporativos y las organizaciones que buscan un cambio en la comunidad.

CIUDAD DE MÉXICO (Expansión) – Para potenciar el impacto de su labor, el emprendedor social tiene varios desafíos por delante: el sueño de querer mejorar a la comunidad debe ir acompañado por una buena preparación en temas de negocios y medición de impacto con objetivos a largo plazo y, sobre todo de alianzas con grandes corporaciones, aconsejó Mary Conway, especialista en emprendimiento social de la Escuela de Graduados en Negocios Crummer, de la Rollins Collage.

Conway, quien es coordinadora del libro ‘Modelando el emprendimiento social en México’, junto con José Antonio Dávila, director del Centro de Investigación en Iniciativa Empresarial-EY en el IPADE Business School, coincidieron en entrevista que tanto emprendedores como empresas pueden aprender uno del otro. “Históricamente, los corporativos y las organizaciones civiles no se tienen confianza mutua. Si abren sus mentes verán que pueden beneficiarse de una colaboración en conjunto”, dijo.

Esto se logra porque la sociedad confía en las organizaciones civiles sin ánimo de lucro. Además de que las empresas que sólo buscan maximizar sus ganancias han quedado rebasadas, aseguró Dávila. “Cada vez hay más diálogo entre la empresa comercial y los emprendedores porque se complementan muy bien, lo que le falta a uno lo tiene el otro”, aseguró José Antonio Dávila.

Si bien, las empresas sociales se diferencian de las sociedades comerciales o fundaciones por sus esfuerzos para cambiar el statu quo, requieren de éstas para generar valor al país, expusieron los autores del libro, el cual pretende ser una guía para que emprendedores y líderes empresariales comprendan el potencial del emprendimiento social para transformar a México.

“En el país hay más acción que investigación sobre el emprendimiento social”, aseguró Conway, quien también es experta en marketing internacional. “Este libro (que inició en 2013) reúne la teoría y la historia de organizaciones y su impacto durante cuatro años”, agregó. La obra compila las trayectorias y retos de 25 empresas sociales, comerciales, incubadoras y fundaciones.

Un caso que destaca Conway es el de la cadena de restaurantes Toks, que desde 2005 comenzó a apoyar a un grupo de mujeres artesanas para la fabricación de la mermelada orgánica Santa Rosa, que pasó de facturar 136,000 pesos cuando inició la relación con la empresa y 8.1 millones de pesos en 2014, además de generar 14 empleos directos y beneficios para 100 familias de Guanajuato que producen la materia prima.

“No es filantropía, es el deseo de trabajar juntos en un acuerdo de ganar-ganar”, indicó por su parte Dávila. “Cada uno pone lo que el otro necesita y el consumidor final lo valora mucho. Como éste hay muchos casos de colaboración, que está siendo muy relevante en nuestra sociedad”, agregó.

El libro aborda las fortalezas y las debilidades del emprendimiento social en México, como el tamaño de la población o territorio con múltiples necesidades, el perfil creativo, innovador y de alta capacidad para el trabajo de los emprendedores sociales que hay en el país. Por el contrario, aún carece de una industria de capital de riesgo; falta o insuficientes habilidades gerenciales y técnicas, así como la ausencia de modelos de negocios autosustentables.

Para los especialistas, México tiene todo para potenciar el emprendimiento social y disminuir la brecha de riqueza o desigualdad social. “Fuera de India o Bangladesh, este país es de los que tiene más emprendedores sociales”, apuntó Conway. La experta consideró finalmente la necesidad de que las empresas sociales cuenten con una figura especial que les permita operar con modelos de negocios híbridos para ser autosustentables.

La mujer de la ventana | A.J. Finn

La mujer de la ventana | A.J. Finn

Libro del Mes  |   Mayo 2018

Una mujer sola y vulnerable, recluida en su casa, ve desde la ventana algo que no debería haber visto. Pero nadie la cree“.

Al terminar “La mujer en la ventana” del americano A. J. Finn. Me ha tragado. Ella a mí, no yo a la novela. Sus 537 páginas me han engullido de forma inmisericorde, cual chacal con su presa. Escritura brillante, amenísima, investida de agilidad, de sencillez y encauzada con excelente tino en los sinuosos diques de la intriga. Jamás roza la crueldad o el miedo, aunque mis ojos —qué le voy a hacer— han montado guardia alrededor de mi aposento y, de vez en cuando, se me ha escapado una mirada furtiva de parte a parte. La escritura de A. J. Finn me ha enamorado. Funde estilo, misterio y entretenimiento.

Decir que es una historia de suspense es decir poco. Una empieza a leer y siente un secuestro fulminante por una mujer que padece agorafobia en estado grave. Es probable que dentro de unos años, el nombre de A.J. Finn quede vinculado, en la historia de la literatura, al de la protagonista de esta novela: Anna Fox. Con ella ha creado un personaje absolutamente magnético y extraordinariamente misterioso.

Madre separada de una niña de ocho años, psicóloga infantil que vive recluida en su casa de Harlem. Su trastorno mental la incapacita para salir. A través del teléfono, la voz de su ex marido (Ed) y la de su hija (Vivvy, o simplemente, Viv) la mantiene ligada a la vida. Apoltronada en el colchón jadeante del tiempo, las horas se le hacen eternas y cuando el tedio afila sus colmillos, participa en un foro de ajedrez, entra en algún chat de internet, o disfruta de una película clásica de cine negro, siempre, con un vaso del mejor tinto en la mano. El vino —ya lo dijo el bueno de Bernard Shaw— es la mejor anestesia para soportar las intervenciones de la vida. Con fármacos, soledad y alcohol, el cóctel para el desastre está servido. Basta agitarlo, no mezclarlo —que diría Bond—, y esperar el efecto que produce su ingesta.

 

 

La casa de Anna es grande y sus ingresos pequeños. Así que decide compartirla con David, un inquilino guapísimo con aspecto de hombre duro, a quien brinda hospedaje en el sótano a trueque de colaborar en el mantenimiento de la vivienda.

Como hiciera el mismísimo James Stewart en la mítica película de Hitchcock, la única forma que tiene Anna de intervenir en los acontecimientos es contemplar los hechos desde la ventana. Con el zoom de la observación y la precisión de su Nikon, no pierde detalle de cuanto sucede en las casas de sus vecinos. Vecinos que no tienen nada de particular, excepto que están justamente enfrente y se cuelan en su vida para trastocarla del todo. A fuerza de ver demasiado y de observar demasiado, Anna es una vecina que sabe demasiado (de nuevo guiño al Hitchcock de “El hombre que sabía demasiado”).

Un día, arrellanada en su sofá, ve cómo su vecina es apuñalada —nuevo guiño al maestro con el recuerdo de la ventana más indiscreta del cine—. Poco sabe de ella, excepto que tiene nombre de sex symbol (Jane Russell) y una vida familiar desafiante. La escena fatídica se convierte en una obsesión para ella, en una angustiosa pesadilla que se apodera de su vigilia como embriagadora lengua de fuego, y de la nuestra, naturalmente, mientras deambulamos por los capítulos.

Lo que tiene de excepcional “La mujer en la ventana” es la construcción de la trama. Se me antoja fabulosa, y el cierre, redondo. Eso sí, hasta llegar al broche final, es una apisonadora. Nos atropella. Narrativamente, es perfecta. En este debut de la novela negra, el americano demuestra un estilo pulidísimo. Para atenazarnos la yugular, no necesita ni muchos personajes, ni mucho diálogo, ni mucha acción. Su única arma es la tensión psicológica, una tensión que se pega a nuestros pies cuando pisamos el felpudo de la vivienda de esta agorafóbica, que nos hace sentir descalzos cuando entramos en su casa, y cuya gelidez no abandonamos hasta llegar a la última palabra de la última página. La tensión psicológica es de gran escritor, insisto. Manejada a su antojo, dosificada como el mejor thriller.

Novela francamente muy recomendable. Con un gozoso secuestro y un homenaje al mejor cine noir, estas páginas empapelarán el tiempo de quien la escoja con afán de encontrar evasión y entretenimiento. El autor sabe bien cómo robar el aliento del lector sin brusquedad, soltando el sedal de la intriga poco a poco, que es, seguramente, como se roba con éxito.

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La Biblioteca Palafoxiana | La Biblioteca pública más antigua de toda América

La Biblioteca Palafoxiana | La Biblioteca pública más antigua de toda América

La Biblioteca Palafoxiana es una de las más hermosas del mundo, y es, presumiblemente, la más vanguardista de América.

 

El concepto de Biblioteca Pública, tal como lo conocemos hoy, fue durante siglos impensable. Recordemos que por larguísimo tiempo el conocimiento estuvo disponible exclusivamente para las élites e instituciones, entre ellas obviamente la iglesia.

Por ello, el hecho de que en 1646 haya nacido en la ciudad colonial de Puebla la primer biblioteca pública de América, fue un suceso notablemente avanzado para la época. En ese año, el Obispo Juan Palafox y Mendoza donó 5,000 libros de su colección privada al seminario del Colegio de San Juan, y lo hizo con la única condición de que la consulta de los libros estuviese abierta a cualquier persona que supiese leer, más allá de género, estrato económico o formación académica.

Hoy la Biblioteca Palafoxiana es considerada entre las más hermosas de América . De un bellísimo estilo barroco, en 1773 el Obispo Francisco Fabian y Fuero mandó a hacer estanterías talladas en cedro, pino de ayacahuite y coloyote, para alojar la colección entera. Al fondo se asoma un ornamento bellísimo, el singular altar cubierto de hoja de oro, en cuyo centro se guarda una joya pictórica: una imagen de la Virgen de Trapani pintada por el maestro Nino Pisano.

El acervo se mantiene en su recinto original y, fiel a su esencia original, permanece abierta al público. Como parte de la actual Casa de la Cultura de Puebla, en el segundo nivel se encuentra, radiante, la Biblioteca Palafoxiana.

Por su relevancia, en 1981 el gobierno mexicano la declaró como un monumento histórico, y en el 2005 la UNESCO la añadió a su lista de “Memoria del mundo”. Recientemente digitalizó su acervo, más de 25,867 libros, 5,396 manuscritos y 2,731 impresos sueltos de los siglos XV-XIX; hoy sigue siendo vanguardista y hermosa, así ha sido su vocación siempre.

 

Dirección:

Av. 5 Oriente 5, Centro, 72000 Puebla

*Imágenes: 1 y 7) poblanerias.com; 2) palafoxiana.com; 3) aljuarez/flickr;4) MiraPueblamx (flickr)