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Qué hago si mi media naranja es toronja? | Dra. Evelyn Prado De Amaya y Dr. Jesús Amaya Guerra

Qué hago si mi media naranja es toronja? | Dra. Evelyn Prado De Amaya y Dr. Jesús Amaya Guerra

Libro del Mes  |   Marzo 2017

Un amor fincado solamente en la pasión pronto se apaga, a medida que el polvo de las decepciones va mermando la relación y la intimidad de la pareja.

Me estoy leyendo este libro porque me llamaron la atención algunas conclusiones entresacadas de él que me habían llegado por distintos medios. Y no me ha decepcionado, todo lo contrario: sin ser un libro de descubrimientos deslumbrantes, sí es muy afinado y didáctico en sus disquisiciones sobre las diferencias entre hombres y mujeres a la luz de la neurociencia.

Hombres y mujeres llevamos más de diez mil años viviendo juntos y todavía ignoramos los motivos de las divergencias entre uno y otro sexo, lo cual genera no pocos conflictos que muchas veces se resuelven en ruptura. Perdón por el oxímoron.

No se trata de pretender llegar a ser iguales, sino de ser más felices sabiendo por qué somos distintos y actuando en consecuencia. Creo que regalaría este libro a quienes estén pasando por una crisis conyugal o de pareja, a aquellos que vayan a iniciar una relación sentimental o, simplemente, a aquellos que quieran ahorrarse disgustos con sus parejas. Con oportuno sentido del humor y sin desbarrar en enfoques machistas ni feministas -ya digo, todo tamizado por una amena aplicación de la neurociencia- se dan respuestas a preguntas tópicas y típicas de las relaciones entre los dos sexos:

¿Por qué mi marido habla sólo en monosílabos?¿Por qué mi mujer no perdona y mucho menos olvida? ¿Por qué las mujeres sólo piensan en el amor? ¿Por qué los hombres sólo piensan en el sexo? ¿Por qué los hombres son tan lentos y las mujeres tan desesperadas? ¿Por qué los hombres son tan desidiosos y las mujeres tan obsesivas?

Nuestra labor como familiólogos es ayudar a los matrimonios, familias, parejas y personas a discernir puntos de vista; a valorar cada situación y ponerlas en su exacto contexto. Ayudarlos a identificar esos pequeños detalles que marcan la diferencia entre un matrimonio para toda la vida y uno de 3 meses.

Cada reacción femenina y/o masculina tiene generalmente un ¿Por qué y para qué?, y eso es precisamente en lo que deberemos contribuir como futuros familiólogos, en identificar esos porqués y buscar soluciones en los que ninguno de los dos pierda y todos salgan ganando. En los que encontrando la solución al problema encontremos un ganar, ganar, en el que ceder y perder algunas batallas no signifique perder la guerra, sino por el contrario ganar confianza, amor y respeto.

Esa es nuestra labor, “Edificar al matrimonio, para Edificar a la sociedad”.

Autor

Dr. Jesús Amaya Prado
Licenciatura en Ciencias de la Educación con acentuación en Educación Especial en la UdeM.
Especialización en Kinesiología y Disfunción Cerebral en el Centro de Investigaciones Biopedagógicas en la Cd. de México.
Maestría en Desarrollo Organizacional en la UdeM.
Maestría en Psicopedagogía Clinica en España.
Doctorado (Ph.D.) en Curriculum y Aprendizaje con la acentuación en Tecnología Educativa y Sistemas Cognitivos en la Universidad Norte de Texas.
Estudios de Postdoctorado (1 año) en el área de Brain Research en el Programa de Velma Schmidt de la Universidad Norte de Texas.

Dra. Evelyn Prado Maillard

Licenciatura en Psicología con acentuación en educativa (Universidad de Monterrey)
Certificación en educación primaria, en educación bilingüe e ESL (inglés como segundo idioma) por el estado de Texas en los Estados Unidos
Maestría en Desarrollo Organizacional (Universidad de Monterrey)
Maestría en Psicopedagogía Clínica en España
Doctorado (Ph.D.) en Psychology Counseling (Kensington University)

 

Para adquirirlo

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Club de Vinos Febrero 2017

Club de Vinos Febrero 2017

Me vais a permitir que en esta ocasión comparta con vosotros un articulo muy interesante de Ricardo Sanchoyarto autor del blog ” Aprender de vino ” acerca del envejecimiento del vino . Espero que lo disfrutéis . ” En muchas ocasiones nos enfrentamos a la decisión de en que momento de la vida de un vino vamos a consumirlo. La inmensa mayoría de los vinos se consumen jóvenes, en la fase inicial de su vida, ya que se han elaborado con esa intención y la pregunta por tanto es innecesaria. Estos vinos básicos evolucionan muy rápidamente de frescos a pasado su momento ideal de consumo. Este hecho hace que la afirmación tantas veces repetida de que todos los vinos mejoran con la edad, no refleje una realidad. En otras ocasiones, las menos, los vinos se elaboran con vocación de guarda, es decir con intención de que puedan evolucionar y envejecer en botella, entonces la pregunta puede y debe ser pertinente. Algunos de estos vinos de alta calidad no están en el momento óptimo de consumo cuando salen al mercado y mejorarán tras un periodo en botella. El tiempo necesario para que un vino de este tipo esté en sus mejores condiciones de consumo es muy variable y depende de múltiples factores. Los factores más importantes son la variedad o variedades utilizadas en su elaboración, el clima en el que se han desarrollado las uvas, las condiciones anuales específicas del ciclo vegetativo en el viñedo, el estilo de vino producido y las prácticas enológicas utilizadas en su elaboración. Pese a todas las indicaciones que podamos encontrar en las contraetiquetas o diferentes gráficos elaborados para estilos o zonas geográficas concretas, no existe un criterio universal para aplicar respecto al envejecimiento y momento óptimo de consumo de los vinos. Sólo la repetida comprobación del estado de diferentes botellas de la misma añada a lo largo del tiempo, establecerá en que momento de evolución está un determinado vino. Por supuesto que esta técnica de comprobación se ve influenciada por múltiples variables como las condiciones de almacenaje o el tamaño y el estado de evolución de cada botella en particular, pero teniendo en cuenta esas variables debemos confiar en la regla anterior. Dado que esta regla impone que seamos nosotros como consumidores los que decidamos sobre la evolución del vino tenemos que aceptar que nuestros gustos marcarán que momento de maduración es el que a nosotros más nos apetece para beber ese vino.
  Las modas han llevado en los últimos años a que los grandes vinos se consuman, como si de vinos básicos se tratara, en sus fases iniciales de vida. Aceptando que cada uno se bebe su vino cuando le da la gana, faltaría más, debemos añadir que es una verdadera lástima que productos elaborados para que con el tiempo alcancen complejidad y equilibrio se consuman cuando no tienen ni lo uno ni lo otro. Este hecho que cualquiera entiende y aplica en muchos otros campos de la comida y la bebida no parece que goce de la misma aceptación entre los consumidores de vino de calidad. Podemos dejar para otra ocasión la discusión sobre este hecho, que no parece importar a una buena parte de los elaboradores, distribuidores y prescriptores, e intentar aportar un poco de luz sobre el proceso de maduración en los vinos y dejar que los consumidores informados puedan tomar sus propias decisiones. La maduración del vino en botella, diferente a la maduración que se da durante la fase de crianza en madera, es el proceso que tiene lugar una vez que el vino ha sido embotellado. Esta fase se caracteriza por ser anaeróbica, es decir tiene lugar en ausencia de oxígeno. Exactamente más que ausencia total de oxígeno lo que tenemos es un pequeño aporte, a través del cierre de la botella, ya que la ausencia total llevaría al desarrollo de olores de reducción.

Esta maduración en botella está influida básicamente por las reacciones químicas entre los elementos constitutivos del vino, principalmente alcohol, ácidos y agua. Los alcoholes y ácidos forman ésteres que a su vez el agua descompone en alcoholes y ácidos, que reactúan formando más ésteres y así sucesivamente. Estos cambios no pueden percibirse con la misma facilidad que los que se llevan a cabo en otros de los elementos claves del vino, los componentes fenólicos. Este grupo está formado por una suma compleja de componentes, que son de especial significancia para las cualidades de los vinos tintos. Destacan por su importancia los antocianos, responsables del color, y los taninos, responsables de la estructura del vino. Los fenoles también son importantes en los vinos blancos pero en ellos se encuentran en menor cantidad y a menores concentraciones.

Durante este proceso de maduración cambia el color del vino. Los vinos tintos que en su juventud pueden mostrar ribetes púrpuras, comienzan a ser más granates mientras avanzan en edad para poder llegar incluso a mostrar colores que nos recuerdan al ladrillo o al naranja cuando llegan a su madurez. La estructura tánica, que soporta el vino, se modificará a la vez que lo hace el color. Los vinos tintos jóvenes poseen en su estructura numerosas partículas sueltas de taninos que juntas ofrecen una gran superficie de contacto con la boca, especialmente con la saliva. Cuando esos numerosos taninos reaccionan a la saliva percibimos la astringencia, que es una sensación secante en boca.

 

 

En la maduración del vino en botella, tanto los antocianos como los taninos tiende a reaccionar con otras sustancias y entre ellos. Estas interacciones llevan a que polimericen, o lo que es lo mismo, a que se unan entre ellos formando cadenas cada vez más largas de estos compuestos. Estas largas cadenas, al estar formadas por uniones de partículas sueltas, presentan menor superficie de reacción cuando entran en contacto con la boca, por lo que se reduce la percepción de astringencia y aumenta la sensación de suavidad del vino. Con el paso del tiempo, estas cadenas son más y más largas hasta que por su gran tamaño se hacen insolubles y terminan precipitando en el vino, en forma de sólidos perceptibles que se depositan en el fondo de la botella. Mediante este proceso se produce una reducción de ambos elementos, taninos y pigmentos azules, que explican la disminución de la intensidad del color en el vino, los cambios en los ribetes de púrpura a rojo o incluso naranja y los sedimentos con color que se aprecian en los vinos tintos maduros.

Por su parte los vinos blancos, como ya apuntamos anteriormente, contienen diferentes componentes fenólicos así como diferentes cantidades en aquellos que comparten con los tintos, que se oxidarán con el paso del tiempo dando lugar a un ligero oscurecimiento del color durante la maduración.

 

 

El proceso de maduración también afecta de manera importante al perfil aromático del vino. Los diversos elementos químicos que componen este perfil aromático interaccionarán, unos con otros, para crear nuevos componentes. Los intensos aromas frutales que encontramos en los vinos jóvenes pueden evolucionar hacia un bouquet mucho más complejo revelando nuevas y excitantes facetas aromáticas. Los vinos tintos maduros muestran habitualmente notas de trufa, cuero, tabaco, caza y sotobosque, mientras que los blancos suelen desarrollar aromas de frutos secos, hierbas secas y notas amieladas. En ambos tipos de vinos los aromas frutales primarios serán menos perceptibles durante la maduración.

En este proceso de evolución del vino llegará un momento en el que habrá pasado su mejor momento de consumo. Un momento en el que su complejidad haya llegado a un punto en el que comience a reducirse en vez de aumentar. Habrá pasado entonces su mejor momento de disfrute, aunque eso no signifique que deba descartarse su consumo. En el caso de los vinos blancos podemos apreciar este momento porque aparecerán aromas de manzanas magulladas y un sabor metálico en el posgusto. El vino también podrá presentar un cuerpo muy ligero y color apagado o un sabor predominantemente ácido, casi con aroma a vinagre. En el caso de los vinos tintos se apreciará unos ribetes amarronados en un vino delgado, una ausencia total de aromas frutales y un sabor magro, amargo y ácido.

 

 

Hay que apuntar en última instancia que el consumo de vinos de alta calidad que se encuentran en momentos más avanzados de su maduración requiere acercarse a ellos con las ideas claras de lo que van a ofrecernos, para evitar decepciones. Los perfiles visuales, aromáticos y gustativos habrán evolucionado, llevando al vino a un nivel diferente al que mostraba en su juventud. En ocasiones estos vinos pueden parecer más difíciles porque son menos directos pero si se encuentran en su momento óptimo de consumo serán más complejos, más equilibrados y seguramente más expresivos del carácter de su origen.”

Como siempre, salud y buenos vinos !

 

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Matrimonio y consentimiento matrimonial

Matrimonio y consentimiento matrimonial

El canon 1057 § 1 del Código de Derecho Canónico establece: “El matrimonio lo produce el consentimiento de las partes legítimamente manifestado entre personas jurídicamente hábiles, consentimiento que ningún poder humano puede suplir” y el parágrafo 2 añade: “El consentimiento matrimonial es el acto de la voluntad, por el cual el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en alianza irrevocable para constituir el matrimonio”. Por su parte el canon 1055 § 1 señala: “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados”.  Con estos cánones el derecho de la Iglesia nos recuerda qué es el matrimonio y qué es el consentimiento matrimonial conforme a su naturaleza.

Pero como hemos dicho, hoy muchos cuestionan si realmente el consentimiento y el matrimonio son realidades de origen natural, incluso hay quien ha propuesto el origen cultural de la sexualidad.

Que el matrimonio sea algo concreto hoy parece estar en crisis, más bien se ha convertido en una institución capaz de albergar cualquier tipo de relación entre personas, cualquiera que sea su estructura y su finalidad; mientras que para la Iglesia el matrimonio es el nombre que se le puso a un modo específico de relación entre el hombre y la mujer, que obedece al modo diverso y complementario de sus naturalezas masculina y femenina, es una especie de respuesta natural a las dinámicas del amor sexual, un tipo de unión espiritual obtenible gracias a la diversidad sexual.

Y qué decir del Consentimiento Matrimonial, mientras que en la Iglesia no se tienen dudas respecto de su origen natural y de su íntima relación con la vivencia misma del amor humano, para muchos se ha convertido en un acto de voluntad artificial, vacío, algo sólo y puramente esquelético, formal y legal, un acto aislado de la experiencia biográfica del amor real.

En la Iglesia, el consentimiento matrimonial obedece a la experiencia misma del amor entre un hombre y una mujer, hay una íntima conexión entre la relación de amor y el consentimiento matrimonial, entre amarse y casarse, y entre casarse y amarse, mientras que muchos parecen sostener la completa desarticulación de estas realidades, de tal modo que una cosa es que nos amemos y otra muy distinta que nos casemos, algunos incluso sostienen que no es necesario amarse para casarse ni que requieren casarse para amarse, como si la relación en sí del hombre y la mujer a propósito del amor conyugal no tuviera ninguna relevancia jurídica en la constitución del matrimonio, en el in fieri consideraciones que han llevado a muchos, incluso algunos canonistas a concluir que el amor conyugal, tal y como se presenta en la Constitución Gaudium et spes, es un elemento ajurídico, es decir, de tal carácter que nada afecta a la estructura jurídica del matrimonio. Pero ¿Es así la realidad? ¿es la dimensión jurídica algo diverso de la realidad natural en sí? ¿qué hace que el consentimiento matrimonial sea algo jurídico, y eso es artificial o es natural?

En principio no es difícil estar de acuerdo en que ha de existir alguna relación entre la experiencia natural de amarse y la de casarse, pero el problema es lograr definir que el consentimiento matrimonial es producto de la experiencia amorosa real y natural de un hombre y una mujer, y no que esta experiencia es una realidad meta-jurídica. ¿La consideración del matrimonio y del mismo consentimiento matrimonial como realidades de derecho natural, implica o no que sus componentes sean naturales? Y de ser así ¿cuáles son esos componentes y de dónde vienen?

En definitiva se trata de descubrir la existencia de ciertos elementos naturales, universales, típicos, característicos del amor conyugal, del consentimiento y en definitiva del matrimonio, elementos que nos permiten asegurar su origen natural y que pueden servirnos como criterios para el diagnóstico jurídico diferencial incluso en sede judicial.

Así, hemos de preguntarnos ¿Cualquier modo de amarse o relacionarse es suficiente para casarse, o será preciso amarse de determinado modo y no de cualquier modo, y en su caso cómo es este tipo de amor, qué características tiene y de dónde provienen? ¿cómo se integra esta experiencia del amor real  en el derecho natural al matrimonio y en el consentimiento matrimonial? ¿Qué añade el consentimiento matrimonial eficiente a la simple experiencia de amarse? ¿qué distingue a una pareja de amantes de una pareja de esposos? y esto ¿es algo natural o es artificial?

Por otra parte, si el matrimonio es objeto de un derecho humano fundamental ¿qué relación existirá entre consentimiento y persona? ¿la clave de comprensión del canon 1057 estará en la persona, en nuestro modo de ser y de obrar? ¿Existe un modelo antropológico subyacente a la expresión canónica del consentimiento matrimonial, del C 1057, una visión del hombre que lo antecede, lo explica y fundamenta?

Como podemos ver, hablar del matrimonio como objeto de un derecho natural exige revisar su estructura, esa que define el C. 1055, así como también el proceso que integra el consentimiento matrimonial, ese que según el c 1057 § 1 produce el matrimonio, habremos de referirnos a sus componentes naturales, los que constituyen su ser y que nos permiten distinguirlos de otras realidades, aún de las muy parecidas. Es definir el contenido, el objeto específico del derecho natural y universal al matrimonio y el modo natural de producirlo, es en definitiva aclarar a qué se tiene derecho y cómo se procede a su ejercicio.

Para ello es preciso penetrar la realidad de la persona, del amor conyugal, del consentimiento y del matrimonio, pues todo efecto –el in facto ese del c 1055- ha de estar contenido en su causa-el in fieri del c 1057-, ningún efecto es en realidad resultado de cualquier causa, sino únicamente de aquella que le es proporcionada. ¿Cuál será la causa proporcionada que produce ese matrimonio que Cristo elevó a Sacramento, el Concilio denominó “íntima comunidad de la vida y del amor”, y que el c 1055 define, como “…un consorcio de toda la vida ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole”?

Cuatro actitudes, como criterios rectores en el Consentimiento Matrimonial

Cuatro actitudes, como criterios rectores en el Consentimiento Matrimonial

1.-Un pensamiento jurídico realista que nos permite comprender la realidad natural y sus posibilidades tal y como ella es. Sólo así ustedes podrán descubrir que el amor conyugal, el consentimiento y el matrimonio son realidades naturales específicamente humanas y ecosistémicas, es decir, que son naturales y secuenciales, que existe una conexión íntima y armónica entre amarse y casarse. No se trata pues de inventos apologéticos de la ciencia, la cultura o la ley, ni de realidades incomunicadas y desconexas, sino armónicamente integradas.

2.- Una antropología jurídica seria que nos permite ver la relación que existe entre la persona humana y los derechos humanos. Entre la persona de los amantes por un lado, y el amor, el consentimiento matrimonial y el matrimonio por el otro, pues los amantes son personas de la vida real, y el amor, el consentimiento y el matrimonio son realidades propias de la persona, por lo tanto que reflejan qué y cómo somos.

3.- Una actitud interdisciplinar, que nos permite comprender que la realidad jurídica es compleja y admite diversas perspectivas verdaderas. La comprensión de estos temas, también en sede judicial, exige un encuentro respetuoso de las ciencias jurídicas con las psíquicas, las humanísticas con las experimentales, encuentro que revele la armonía y la unidad que existe en el fondo de la realidad.

4.- Una actitud de apertura a un nuevo diálogo, entre la razón jurídica y la experiencia real, diálogo que abandone las rigideces habidas en el pasado y que nos permita localizar el origen natural de las instituciones jurídicas y su íntima conexión con la experiencia humana real. Necesitamos hoy una doctrina y una jurisprudencia personalista. Un diálogo que nos permita avanzar sobre las líneas marcadas por la renovación del Concilio Vaticano II en aras de descubrir los misterios que encierra el amor humano, ese incansable principio de vida instalado en el espacio y en el tiempo.

El consentimiento matrimonial y el derecho natural a contraer matrimonio

El consentimiento matrimonial y el derecho natural a contraer matrimonio

Antes que Green Pace y que Nelson Mandela, la Iglesia ha proclamado el respeto a la naturaleza, porque es Creación de Dios y a la dignidad absoluta de toda persona humana, porque está llamada a ser hija de Dios. No tengan ustedes la menor duda de que la Iglesia pudiera reclamar para sí la paternidad de los movimientos ecologistas y de derechos humanos.

Queridos jóvenes, es un honor para mí poder dirigirme a ustedes desde aquí, esta universidad tan querida. A ustedes, estudiantes de ciencias jurídicas, en el entorno de este primer Congreso Internacional de Derecho Canónico organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Nuevo León y la Universidad Panamericana. Gracias de verdad por la invitación y por recibirme en este recinto que me traslada con nostalgia a mis añoradas épocas de estudiante.

Uno de los grandes retos que enfrenta la Iglesia y la ciencia canónica hoy, de cara a todos ustedes, es el de enfrentar una extraña evolución del concepto de matrimonio. Evolución que va como de la especie al género, es decir, para la Iglesia, el matrimonio como realidad natural, aparece como una especie bien precisa del género de las relaciones interpersonales de amor, se trata de un tipo bien específico de relación de amor entre un hombre y una mujer y no cualquier tipo de relación. En cambio, para muchos de ustedes el matrimonio es un Tipo Legal, algo genérico, capaz de abarcar un sin número de especies relacionales a propósito de la sexualidad, cualquiera que sea su estructura, su propósito o su finalidad. Así las cosas, el intento de que ustedes entiendan el matrimonio y el consentimiento matrimonial como realidades naturales y su íntima relación con el amor humano se dificulta gravemente, pues si para muchos el matrimonio y el consentimiento son sólo inventos legislativos y no algo de orden natural, significa que no son nada específico, nada concreto. Y si no existe ninguna relación íntima entre amarse y casarse, el consentimiento que produce el matrimonio tampoco la tendrá. Es más, si para muchos, la boda en tanto ceremonia, es aquello que en definitiva causa el matrimonio, independientemente de la voluntad de los contrayentes, por este camino, se habrá abandonado ya por completo la antropología jurídica del canon 1057 y se habrán consagrado a las ceremonias y no al consentimiento verdadero como la causa eficiente del matrimonio. ¿Qué pasa, por dónde viene esta perversa evolución?

Todos ustedes son testigos de que hoy, como nunca antes en nuestra historia, se proclama el amor y la sexualidad, hoy, se habla de amor en todos los medios y se discute de sexo en todos los foros, jamás habíamos puesto tantos medios y tantos recursos en el tema del amor y la sexualidad, sin embargo, también hoy como nunca antes, el sexo les resulta algo muy fácil y en cambio el amor algo muy difícil. Si hemos invertido como sociedad tantos recursos en el tema del amor ¿por qué cada día fracasan más parejas, por qué suman cada vez más los desertores del amor conyugal? ¿por qué tanta soledad, abandono íntimo, hastío por la propia vida?  ¿será el  fracaso, la soledad y el desamor el destino natural de nuestra humanidad? ¿será que amar radicalmente fue algo del pasado que hoy ya no nos es posible? ¿estaremos en una nueva era cuya nota distintiva es el reduccionismo y el pesimismo antropológico, en donde la incapacidad de amar es el nuevo estándar de la naturaleza humana? Pero si cada uno de nosotros siente en su interior la nostalgia de amar y sobre todo el anhelo de ser enteramente amados y acogidos ¿no es esto algo contradictorio? ¿está hoy nuestra capacidad de amar en un callejón sin salida?

Quiero invitarlos a que levanten la sospecha con que quizás muchos han estigmatizado al matrimonio y se cuestionen si tal vez su concepción respecto del amor y la sexualidad se encuentra soportada en un gran error que los conducirá al precipicio. Tal vez el matrimonio es de verdad la mejor fórmula.

Ciertamente los medios de comunicación, el cine, la televisión, las revistas del corazón y hasta las leyes civiles, les ofrecen a ustedes, jóvenes, un sinfín de alternativas relacionales a propósito de su sexualidad, así; la unión de hecho, el concubinato, la promiscuidad, el free, el intercambio de parejas, el poli-amor, la hetero-flexibilidad, el Back Stage, los follamigos, incluso los extremos de la homosexualidad y el lesbianismo, y quizás dentro de poco se sume a este elenco la poligamia, el incesto y hasta el bestialismo; pero yo les pregunto ¿son éstas alternativas auténticos Derechos Naturales, son vías de verdadera realización humana y biográfica? ¿son opciones conformes con nuestra naturaleza? ¿Por el hecho de que junto al matrimonio, la libertad pueda optar por estas alternativas significa que dan lo mismo en términos de realización personal, de rentabilidad biográfica y existencial? ¿De verdad creen ustedes que da igual cualquier modo de amar?

En línea de principio me parece incuestionable que todos quieren y anhelan ser felices y que están dispuestos a derrochar sus energías vitales por conseguirlo, pero quiero advertirles que si equivocan el método, si sus sueños, expectativas y anhelos se están edificando sobre un subsuelo errático, sobre una concepción equivocada respecto de la persona, el sexo, el amor y el matrimonio, el fracaso existencial parece inevitable. Conviene recordar que toda práctica exitosa depende de una teoría verdadera, que no hay nada más útil que una buena teoría.

¿Cómo comunicarles hoy la verdad, la bondad y la belleza de la concepción canónica del amor sexual, del consentimiento matrimonial y del matrimonio? ¿Cómo ayudarles a avanzar más rápido hacia el suelo firme de un Derecho Natural Personalista? ¿Cómo llevar a la cordura a un orden jurídico secular que parece haberse vuelto loco?