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Los 8 características del liderazgo humanista en las organizaciones

Los 8 características del liderazgo humanista en las organizaciones

 Necesitamos líderes abiertos y humanistas, que desmonten el divismo machista de los iconos del Management, sobrados de visión bélica y astucia competitiva. El artículo bosqueja ocho rasgos de ese nuevo liderazgo.
  1. Subsidiariedad:

Interviene sólo cuando hace falta porque es capaz de contribuir al despliegue de un sistema que funciona con autonomía, y que no depende tanto de él/ella. Parece a veces que no está, e incluso puede ser cuestionado por eso; pero su rol no es otro que facilitar un entorno de gestión colaborativo, donde la gente se sienta co-responsable de lo que hace; basado en motivaciones intrínsecas y no en llamadas desde el despacho del jefe.

  1. Coherencia:

Ser predecible no es tan malo como cuentan en creatividad, porque es bonito, claro que es bonito, que de uno/a digan: “oye, sé lo que puedo esperar de ti”. Pero mientras algunos (como yo) llamamos a eso “coherencia”, otros lo interpretan como “rigidez”, usando la excusa de la flexibilidad para renegar de cualquier gestión por principios.

En cualquier caso, el líder humanista no es un fanático. Si cambia el escenario, y resulta que no queda más remedio que contradecirse (a pesar de todo, eso ocurre); entonces lo explica bien, con argumentos que se entienden, y sin trampas. En definitiva: “Haz lo que digo, porque lo hago”.

  1. Sensibilidad:

La virtud está en los detalles, que es donde un líder se pone a prueba. Empatía, sensibilidad, calidez y humanidad son atributos que le pediría, empezando por esta pregunta que dice mucho de cualquier persona: ¿Cómo trata al eslabón más débil? También observaría otras cuestiones, por ejemplo: ¿jerarquiza en exceso su agenda? ¿tiene la generosidad de separar la forma del contenido? ¿escucha fuentes alternativas, de gente que está a pié de calle? ¿escucha de verdad, o hace el paripé de que escucha?

Esta sensibilidad es paradójica, y puede interpretarse por algunos como debilidad, al moverse por territorios hostiles (“los mercados”) donde se adiestra al líder para mantener distancia y ser suficientemente frío en la toma de decisiones duras. Nadie dice que este equilibrio sea fácil, pero el líder humanista juega con una baza a su favor: al poner siempre en el centro a las personas, sabe a qué atenerse en última instancia.

  1. El mérito como fuente de autoridad:

Entiende que “poder” no es lo mismo que “autoridad”, así que procura cultivar una autoridad legítima, que se base en la confianza y en la transparencia. Se le respeta porque en su itinerario vital consta haber tomado más buenas decisiones que malas. Los hechos hablan por el/ella, en lugar de las palabras.

Pero aquí de nuevo corre el riesgo de ser tachado de “débil”, porque la sociedad está demasiado acostumbrada a un poder-que-ladra, que alardea de sus prerrogativas, y que apela a unos “derechos” que son más fáciles de documentar que los méritos.

El líder humanista no se siente cómodo en entornos donde las fuentes de poder se basan en la coerción, el mandato o el dedazo

  1. Valentía para navegar contra corriente:

La gente cobarde, calcúlalo-todo, no es líder, ni es nada que se le parezca. El que gestiona a base de estudios de mercado, o lanzando globos-sonda para ver cómo reacciona el personal, no va a hacer cosas diferentes, ni va a transformar nada. El líder humanista siente miedo, como cualquiera, pero sabe gestionarlo porque la armonía que encuentra entre pensar, decir y hacer, le aporta un extra de energía que a otros les falta.

Es gente que escucha, pero que otorga prioridad a sus propias convicciones, por las que se guía mientras no le convenzan de lo contrario

  1. Optimizadores de la diversidad:

Ésta es otra de las habilidades que yo destacaría más. Las líderes humanistas entienden las zonas grises, que nadie es perfecto, ni horroroso; y que todo el mundo tiene cosas que aportar. Saben gestionar la diferencia, y valorizar lo mejor de cada talento. Howard Gardner habló de las “inteligencias múltiples”, y ésta es probablemente la teoría que mejor empaque metodológico aporta a este rasgo del directivo humanista.

Su desafío está en conseguir cosas significativas con el material que tienen, en lugar de quejarse de lo que le falta

  1. Generosidad, y… carisma en su justa medida:

El nuevo liderazgo mira con desconfianza al “chupa-cámaras”, al careto tan seductor que ciega las entendederas, y anula la capacidad de pensar de los demás. Vale, el carisma está bien, ayuda e inspira, pero esto no va de colonizar revistas en plan Steve Jobs, sino de que mucha gente se reparta las portadas, que las medallas se socialicen, y que cada uno/a sea atribuido/a con la cuota de reconocimiento que merece.

Los excesos de personalismos dan repelús, y son una tomadura de pelo a la condición humana que es esencialmente social

  1. El fin no justifica los medios:

Esto es importante, muy importante. Un canalla despótico que consigue arrastrar a su organización al top de su mercado para algunos será un líder, pero para mí no. Habrá que ver cómo lo ha conseguido, qué hay detrás de la historia oficial, y si el coste pagado (socialmente hablando) para llegar allí no ha sido excesivo.

Sé que estos rasgos pueden parecer ridículamente “buenistas” para algunos. También que este perfil entra en conflicto con el escenario ferozmente competitivo en el que vivimos hoy, y que quizás prima otros atributos. Pero no quiero que se vea como algo binario, ni como una carta a los Reyes Magos.

Creo en líderes así, porque conozco a personas que se mueven según estos referentes y que gracias a eso forman equipos eficaces. En ese menú de virtudes también caben debilidades. Lo que yo veo como positivo, otros pueden percibirlo como un hándicap. En algunos casos nos movemos en equilibrios inestables de difícil gestión.

Pero de eso se trata, de despertar el imaginario y reflexionar sobre un nuevo liderazgo más abierto, participativo y humanista, que desmonte el divismo machista y egocéntrico con que nos siguen presentando a los líderes las revistas de Management.

¿Qué es la seguridad social?

¿Qué es la seguridad social?

La seguridad social es un conjunto de medidas que la sociedad proporciona a sus integrantes con la finalidad de evitar desequilibrios económicos y sociales que, de no resolverse, significarían la reducción o la pérdida de los ingresos a causa de contingencias como la enfermedad, los accidentes, la maternidad o el desempleo, entre otras.

La forma más común de identificar la seguridad social es mediante las prestaciones y la asistencia médica, sin embargo, esas son solo algunas de las formas en las que se presenta en la vida cotidiana. En los hechos, la seguridad social también se encuentra en los actos solidarios e inclusivos de las personas hacia los demás, pues esos actos llevan en sí mismos la búsqueda del bienestar social.

En la actualidad, existe un consenso internacional respecto a la consideración de la seguridad social como un derecho humano inalienable, producto de casi un siglo del trabajo mancomunado de organismos internacionales relevantes, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas (ONU), e instituciones supranacionales, como la Asociación Internacional de Seguridad Social (AISS), la Organización Iberoamericana de Seguridad Social (OISS) y la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS).

Por último, cabe señalar que la seguridad social es mencionada como un derecho en la Declaración Universal de Derechos Humanos, donde claramente se expresa:

Artículo 22

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

Educación de los sentimientos

Educación de los sentimientos

EDUCAR es comunicar conocimientos y promover actitudes. Lo primero significa que en toda educación hay una cierta cantidad de enseñanza que se acumula, que se va sumando poco a poco y hace que se vaya conociendo paulatinamente ese algo concreto. Después viene una tarea importantísima: ¿cómo actuar frente a todo ese caudal de conocimientos adquiridos? Son dos etapas sucesivas, pero complementarias.

 

Educar es convertir a alguien en persona más libre e independiente, con más criterio. Ser individuo capaz de pilotar la propia vida con arreglo a unas normas humanísticas. Por eso toda educación positiva humaniza y libera al hombre, llenándolo de amor.

Hay que distinguir por tanto dos facetas en este terreno; por un lado la información y por otro, la formación. Mientras el primero consiste tan solo en la suma de una serie de datos, observaciones y manifestaciones específicas, el segundo va más allá. Trata de ofrecer unas pautas de conducta de acuerdo con una cierta orientación humana, se preocupa que a todo ese saber se le saque el mejor partido, favoreciendo la construcción de un hombre más maduro, más hecho, con más solidez… más humano y más dueño de sí mismo.

Muchos libros sobre educación sexual no son tales, ya que sólo cubren la parcela informativa, pretendiendo ser asépticos en la vertiente formativa. Algo parecido puede suceder cuando ésta se imparte de modo colectivo y termina siendo una especie de clase de anatomía y fisiología a la vez, en donde se relata como se realizan las relaciones sexuales, las distintas técnicas y estilos que existen, pero no hay un fondo moral o ético adecuado. Porque no hay educación sexual neutra.

Es imposible. Es una pieza de museo pedagógica, imposible en su esencia. Habrá unas educaciones más cargadas de orientaciones y otras más ligeras. Unas en la línea de la liberación sexual o apuntando hacia el marxismo, hacia las corrientes del psicoanálisis de Freud o siguiendo las directrices de Jung o de Adler o del conductismo o inspiradas en el humanismo cristiano… pero vacías de criterio no es posible que se den, ya que a eso se le llamaría clase de anatomía o de fisiología o de ginecología, pero en ningún caso educación sexual. Ahí está el matiz diferencial.

Educar es instruir, formar, guiar, sacarlo mejor que hay dentro de una persona; irla puliendo y limando para hacerla más dueña de sí misma. Es provechoso repasar las etimologías. Esta palabra procede de dos derivaciones latinas: e-du-care, que significa ir conduciendo de un sitio a otro; y e-ducere, que quiere decir extraer, sacar hacia fuera loque hay dentro. Una y otra apuntan en la misma dirección.

parejas luis lozano

Educar es aquella operación que se lleva a cabo con alguien y que tiende a la realización más completa de la persona. Esto se produce mediante un progreso gradual y ascendente. Toda educación del tipo que sea necesita tiempo. O dicho de otro modo; es necesari que vaya asimilando paulatinamente todo lo que de palabra y obra ha ido llegando hasta él. Acumulación de contenidos intelectuales, afectivos y técnicos que se aprietan en una síntesis que debe ser realizada por el educador.

Resumiendo: educar es promover el desarrollo de una persona para que alcance un cierto nivel de conocimientos teóricos, que le lleven poco a poco a una actitud práctica que le conduzca a su mayor bien posible. Vemos que consta ésta de una dimensión teórica y de otra práctica . Toda educación es como una labor de orfebrería: labrar a golpe de martillo y de cincel, para sacar del material  con que se cuenta lo mejor.

La educación debe estar presente a todo lo largo de la vida; pero la educación integral tiene su punto de partida en la infancia y en la adolescencia.

¿Cuáles son los principales elementos de la educación?: podemos resumirlos así: el primer lugar el tema específico de que se trate (hay educación física, psicológica, artística, para el tenis, el golf, el inglés, las artes marciales y un larguísimo etcétera); después está la figura del educador que tendrá una enorme trascendencia, la motivación que se ponga en juego, el amor con que se enseñe esa materia y la disciplina que será necesaria para que ésta se vaya consolidando y no sea flor de un día. Enseguida entraremos en cada uno de ellos.

La educación sexual consiste en la consecución de un conocimiento adecuado de lo que es la sexualidad, que va desde su desarrollo hasta la culminación del encuentro físico entre un hombre y una mujer, que apunta hacia la madurez psicológica y la plenitud de la persona, en el marco de lo que debe ser la dignidad humana. Ese conocimiento no descuida ningún aspecto del hombre: va de la anatomía al plano físico, de los aspectos psicológicos a los sociales y culturales, pasando por el terreno espiritual y el entorno en donde ésta se desarrolla o las etapas evolutivas que ésta va a tener. Educación plena, completa, integral. Allí quedan convocados todos sus ingredientes.

La gran tarea del educador es proponer unos fines concretos, haciéndolos sugerentes y atractivos, aunque en un principio sean costosos y se presenten como una cuesta empinada. Todo lo grande del hombre, es hijo del esfuerzo y la renuncia.

El éxito de la educación consiste en proporcionar un conocimiento equilibrado de uno mismo y de la realidad, promoviendo una adecuada jerarquía de valores. La educación sexual fracasa cuando sólo es información técnica y cuando hay un claro desajuste o una falta de armonía en lo que se enseña. No hay verdadero progreso humano si éste no se realiza con un fondo moral.

Por tanto, una buena educación de la sexualidad se dirige a conocer y disponer adecuadamente de la propia vida sexual, siendo capaz de pilotarla hacia el mejor desarrollo personal. Su meta es la integración de estas tendencias en una personalidad cada vez más madura, de modo que todos los impulsos sexuales se encaucen de forma ordenada y enriquecedora.

A los niños hay que iniciarlos a medida que avanza su edad. Son explicaciones sencillas y conformes a su psicología, pero sin falsear la verdad. Sabiendo servirla como algo normal, natural, positivo.

 

parejas luis lozano

Fuente:

Periódico la Tribuna

Página Web:

http://ieip.es/wp-content/uploads/2016/09/educacion-de-los-sentimientos.pdf

 

La mujer de la ventana | A.J. Finn

La mujer de la ventana | A.J. Finn

Libro del Mes  |   Mayo 2018

Una mujer sola y vulnerable, recluida en su casa, ve desde la ventana algo que no debería haber visto. Pero nadie la cree“.

Al terminar “La mujer en la ventana” del americano A. J. Finn. Me ha tragado. Ella a mí, no yo a la novela. Sus 537 páginas me han engullido de forma inmisericorde, cual chacal con su presa. Escritura brillante, amenísima, investida de agilidad, de sencillez y encauzada con excelente tino en los sinuosos diques de la intriga. Jamás roza la crueldad o el miedo, aunque mis ojos —qué le voy a hacer— han montado guardia alrededor de mi aposento y, de vez en cuando, se me ha escapado una mirada furtiva de parte a parte. La escritura de A. J. Finn me ha enamorado. Funde estilo, misterio y entretenimiento.

Decir que es una historia de suspense es decir poco. Una empieza a leer y siente un secuestro fulminante por una mujer que padece agorafobia en estado grave. Es probable que dentro de unos años, el nombre de A.J. Finn quede vinculado, en la historia de la literatura, al de la protagonista de esta novela: Anna Fox. Con ella ha creado un personaje absolutamente magnético y extraordinariamente misterioso.

Madre separada de una niña de ocho años, psicóloga infantil que vive recluida en su casa de Harlem. Su trastorno mental la incapacita para salir. A través del teléfono, la voz de su ex marido (Ed) y la de su hija (Vivvy, o simplemente, Viv) la mantiene ligada a la vida. Apoltronada en el colchón jadeante del tiempo, las horas se le hacen eternas y cuando el tedio afila sus colmillos, participa en un foro de ajedrez, entra en algún chat de internet, o disfruta de una película clásica de cine negro, siempre, con un vaso del mejor tinto en la mano. El vino —ya lo dijo el bueno de Bernard Shaw— es la mejor anestesia para soportar las intervenciones de la vida. Con fármacos, soledad y alcohol, el cóctel para el desastre está servido. Basta agitarlo, no mezclarlo —que diría Bond—, y esperar el efecto que produce su ingesta.

 

 

La casa de Anna es grande y sus ingresos pequeños. Así que decide compartirla con David, un inquilino guapísimo con aspecto de hombre duro, a quien brinda hospedaje en el sótano a trueque de colaborar en el mantenimiento de la vivienda.

Como hiciera el mismísimo James Stewart en la mítica película de Hitchcock, la única forma que tiene Anna de intervenir en los acontecimientos es contemplar los hechos desde la ventana. Con el zoom de la observación y la precisión de su Nikon, no pierde detalle de cuanto sucede en las casas de sus vecinos. Vecinos que no tienen nada de particular, excepto que están justamente enfrente y se cuelan en su vida para trastocarla del todo. A fuerza de ver demasiado y de observar demasiado, Anna es una vecina que sabe demasiado (de nuevo guiño al Hitchcock de “El hombre que sabía demasiado”).

Un día, arrellanada en su sofá, ve cómo su vecina es apuñalada —nuevo guiño al maestro con el recuerdo de la ventana más indiscreta del cine—. Poco sabe de ella, excepto que tiene nombre de sex symbol (Jane Russell) y una vida familiar desafiante. La escena fatídica se convierte en una obsesión para ella, en una angustiosa pesadilla que se apodera de su vigilia como embriagadora lengua de fuego, y de la nuestra, naturalmente, mientras deambulamos por los capítulos.

Lo que tiene de excepcional “La mujer en la ventana” es la construcción de la trama. Se me antoja fabulosa, y el cierre, redondo. Eso sí, hasta llegar al broche final, es una apisonadora. Nos atropella. Narrativamente, es perfecta. En este debut de la novela negra, el americano demuestra un estilo pulidísimo. Para atenazarnos la yugular, no necesita ni muchos personajes, ni mucho diálogo, ni mucha acción. Su única arma es la tensión psicológica, una tensión que se pega a nuestros pies cuando pisamos el felpudo de la vivienda de esta agorafóbica, que nos hace sentir descalzos cuando entramos en su casa, y cuya gelidez no abandonamos hasta llegar a la última palabra de la última página. La tensión psicológica es de gran escritor, insisto. Manejada a su antojo, dosificada como el mejor thriller.

Novela francamente muy recomendable. Con un gozoso secuestro y un homenaje al mejor cine noir, estas páginas empapelarán el tiempo de quien la escoja con afán de encontrar evasión y entretenimiento. El autor sabe bien cómo robar el aliento del lector sin brusquedad, soltando el sedal de la intriga poco a poco, que es, seguramente, como se roba con éxito.

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Las claves del éxito de Bimbo, según Lorenzo Servitje

Las claves del éxito de Bimbo, según Lorenzo Servitje

El 3 de febrero de 2017, a los 98 años de edad, murió el empresario Lorenzo Servitje Sendra.

Y a un año de su muerte, la cuenta oficial de Bimbo, compartió con sus seguidores la receta del éxito de la empresa, de acuerdo con su fundador.

Estas son las 13 claves del éxito de la empresa que ha dejado un legado en los mexicanos, desde hace 72 años:

  1. Crear una empresa, no un simple negocio
  2. Haber pugnado por una empresa plenamente humana
  3. Buena competencia técnica
  4. Con la calidad y la frescura no se juega
  5. Visión de largo plazo
  6. Crecer, crecer. Lo que no avanza, retrocede
  7. Reinversión continua
  8. Austeridad. No lujos
  9. El cliente es el jefe
  10. Formación de jefes y directivos
  11. Trabajar, trabajar, trabajar
  12. Tener sistemas y manuales para la operación
  13. ¡Y mucha suerte!

¿Quién fue Lorenzo Servitje?

Don Lorenzo Servitje Sendra cursó sus estudios universitarios en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) donde se graduó como contador público.

En 1945 Don Lorenzo, junto con Jaime Jorba, Jaime Sendra, Alfonso Velasco y José T. Mata, fundaron Panificación Bimbo, dedicada a la fabricación de pan de caja.  Fue su primer Gerente de 1945 a 1963. Fue Director y Presidente de Grupo Bimbo SA de CV de 1936 a 1981, dedicándose desde entonces y hasta 1994 a continuar sus labores como Presidente del Consejo de Administración.

Desde 1965 ha ocupado numerosos cargos en distintas instituciones a nivel nacional, entre los cuales se incluye vicepresidente de la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México (1965) y del Consejo Coordinador Empresarial (1982-85) y presidente del Consejo Nacional de la Publicidad (1986-87) y de la Comisión de Estudios Sociales del Consejo Coordinador Empresarial (1986-92), entre otros.

Fuente:

Forbes

URL:

http://www.forbes.com.mx/10-consejos-de-warren-buffett-sobre-la-vida-y-los-negoci