A lo largo de su vida, John Lennon (1940-1980) se vió inmerso en una variada gama de preocupaciones, cumplidas principalmente en el campo de la música, pero que cubren también el espacio de lo poético, lo social y lo plástico.
Dada la complejidad del fenómeno Beatle producido en las décadas 1960-1970 (cuyo análisis ya ha sido emprendido por biógrafos, musicólogos y periodistas) nos detendremos antes en el acercamiento de la personalidad de Lennon, la cual resume, a mi entender, numerosas rupturas conceptuales y morales que configuran parte importante de la sensibilidad de nuestro tiempo.
Venidos todos de familias humildes, los integrantes de la agrupación The Beatles hubieron de experimentar los avatares, sinsabores y riesgos de cualquier grupo de música popular de su época; sobre todo en Inglaterra, país que había asimilado a su modo la herencia musical norteamericana en las modalidades del jazz, el blues y el rock, cuando justamente en EEUU se venía gestando una de las revoluciones más amplias de occidente en lo que se refiere a música popular.
Este impacto de las modalidades norteamericanas fue siempre azaroso, pues se opuso a la cultura blanca, a la música “hecha” y socialmente aceptada en círculos sociales, que la tenían como divertimento o mera distracción. En cambio, el blues y el jazz se producen debido a una profunda necesidad interior y se cumplen en franca rebelión contra los represivos medios dentro de los cuales se producen: eran canciones para el trabajo, para expresar la religiosidad o la vehemencia de una condición extramuros.
Paul McCartney, Richard Starkey, George Harrison y John Lennon provenían, como tantos otros músicos, de los barrios marginales de Liverpool, y se reunían en pequeños bares o pubs a entonar sus canciones, impregnadas de inconformismo, crítica o humor. Tocaban en The Cavern, una taberna oscura adonde acudían jóvenes inconformes como ellos. Allí empezó todo. El empresario musical Brian Epstein los vió una vez y descubrió que en aquellos jóvenes frenéticos y sudorosos había una fuerza peculiar. Lo que no sabía Epstein era que su descubrimiento vendría a cambiar con el tiempo las nociones mismas de la música popular.